Friday, February 19, 2016

La Famosa Ley de Aguas

Artículo publicado originalmente el 24 de junio del 2015 en El Salmón

AB - pasion2
http://elsalmon.org/la-famosa-ley-de-aguas/

Si le dijera, amigo lector, que es posible reducir la contaminación del río La Pasión y de todos los ríos de Guatemala a niveles mínimos en un período de diez años, lo más probable es que no me crea. Si le dijera que hasta un río-basurero como el de Las Vacas tiene salvación, quizás piense que estoy loco.


Como hasta la incredulidad tiene matices, hay quienes no creerían que lo que digo sea posible por razones técnicas, otros no creen que existe la voluntad política y seguramente habrá quien simplemente no crea para no perder la costumbre. Con la historia que nos andamos echando, no se puede culpar a nadie por ser incrédulo.

Demostrar que el primer grupo de incrédulos se equivoca es relativamente fácil: otros países han tenido éxito restaurando la salud de sus ríos con los recursos técnicos, legales y económicos adecuados. El segundo grupo, sin embargo, tiene toda la razón: la voluntad política para cambiar la realidad actual simplemente no existe.

Pero que no exista voluntad política hoy no quiere decir que no pueda haberla mañana. Como bien lo evidencian las históricas protestas contra el régimen corrupto patriota, los pueblos tienen la capacidad de cambiar. De ahí me nace la esperanza que de pronto la tragedia ecológica del río La Pasión -justo en el momento político actual- sea un parteaguas en la actitud de la gente hacia la necesidad de proteger la vida.

Hemos caído en el error de creer que la voluntad política es un privilegio de los gobernantes cuando en realidad es una prerrogativa del pueblo, tal y como los últimos acontecimientos lo han demostrado. Recién descubrimos que la voluntad política de los gobernantes es un efecto, no una causa.
Una ley de aguas que provea los lineamientos técnico-legales para recuperar los ríos de Guatemala con prácticas ambientales de clase mundial no es mucho pedir. Y si estamos dispuestos a dejar el conformismo de lado, también es posible soñar con una ley de aguas que asegure agua potable en todas las comunidades del país, el tratamiento obligado de las aguas servidas, la protección legal de las especies animales y vegetales impactadas por el uso humano de los recursos hídricos, la regulación ambiental de las actividades mineras, la tutela de las aguas subterráneas, el control de la calidad del agua superficial y subterránea, la protección de comunidades vulnerables a las inundaciones y deslaves, la salud de los litorales y fauna marina, en fin, una ley de aguas que nos lleve del siglo XIX al siglo XXI.

No faltará quien diga que implementar un proyecto ambicioso de ley de aguas requeriría cantidades enormes de recursos que no tenemos. Cierto, pero una iniciativa de esta envergadura debe concebirse como una inversión autofinanciable a largo plazo y no como un gasto superfluo. Si se toman en consideración los beneficios ambientales y los miles de empleos bien remunerados el impacto de una ley de aguas como la aquí descrita sería abrumadoramente positivo.

Si logramos convencer a los escépticos que es posible rescatar nuestros recursos hídricos y que la voluntad política es consecuencia directa de la participación ciudadana tendremos posibilidades realistas de implementar una ley de aguas relativamente pronto. No dependerá de los intereses de un funcionario sino de la voluntad política de usted, el ciudadano congruente que leyó hasta aquí.

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